Durante mucho tiempo yo utilicé GTD en secreto. Cuando quería capturar algo, siempre usaba eufemismos; decía que me iba a apuntar algo para que no se me olvidara o —si en ese momento yo no podía— le pedía a un amigo mío que me enviara un Whatsapp con lo que me acababa de decir.
Si hablaba de una siguiente acción, decía que tenía que dar un pasito hacia delante en un determinado tema. Si tenía muchas cosas en una bandeja de entrada, decía que tenía muchas cosas que no sabía lo que eran y tenía que detenerme a pensar sobre ellas. Además, mis amigos sabían que yo siempre tenía claro las fechas de entrega; las cosas que tenía abiertas y, sobre todo, odiaban el hecho de que no se me olvidara nunca las cosas que les pedía.
Pero poco a poco, en los últimos años (debe de ser la edad 😉 ), me daba pereza decir más palabras para decir lo mismo. Cuando estaba pendiente de que una amiga mía hiciera algo, le decía «tía aún no te he tachado de a la espera». O cuando una amiga me pedía que hiciera algo le preguntaba «¿me lo capturas?»
Aunque al principio no entendieran a qué me refería, y tuviera que explicarles lo que significaba, poco a poco fueron interiorizando ese lenguaje que es particular de GTD.
Los lunes por la tarde me preguntaban que si había hecho mi revisión semanal. Si les decía que no, me decían que ya nos veríamos cuando la hiciera, que si no el resto de la semana iba a estar insoportable. Y cuando yo sacaba el móvil y les empezaba a contar cosas, me preguntaban que cómo de larga era la agenda con ellos.
Cada vez había más bromas con el tema. Si yo no hacía algo que me habían pedido, enseguida sacaban el «temita» de que me tenían a la espera, que no se les iba a olvidar. Si notaban que se me empezaban a olvidar las cosas y que estaba estresada por todo, me decían que me subiera a la tabla otra vez que estaba insoportable. Sin darme cuenta de ello, mis amigos hablaban mi idioma. Os imagináis el panorama.
Entonces empecé mi formación como trainer en GTD y mis amigos —después de años aguantándome— accedieron a venir al primer curso que di de prueba.
Pese a que no para todos fue fácil entender todos los pasos, sí que noté que no les extrañaban las cosas que suelen hacerse más difíciles. Más que aprender algo de cero, solo completaban un mapa que tenían a medio dibujar.
Porque —al final— parte de la dificultad de GTD es enfrentarte al mundo con su nomenclatura. Una vez naturalizas y te apropias de los conceptos, y dejas de entenderlo como algo ajeno, el aprendizaje es más sencillo.
Que un proyecto no tiene que ser un gran resultado y que no inventarte fechas suele ayudarte a bajar los niveles de estrés. Que un contexto no te limita, sino que te ayuda a decidir; y que no son demasiadas listas, sino las suficientes para no mezclar nada.
Creo que a veces GTD «se hace bola» porque intentamos procesarlo todo de golpe. Si nos relajásemos y nos diésemos cuenta de que GTD al final es humano y nada de lo humano nos es ajeno, nos sería un poquito más fácil empezar con el primer paso.
2 Comments
Miguel
Enhorabuena por, siendo tan joven, escribir con tanta claridad. Hay un trabajo detrás muy grande.
Con tus entradas comienzo la información previa que voy a facilitar a mis alumnos voluntarios para un «curso de prueba» sobre GTD que haré con ellos en abril.
Gracias por la inspiración.
Marta Bolívar
Hola Miguel!!
He tenido unas últimas semanas un poco caóticas, pero tengo en mis listas echarme un ojo más detallado a tus entradas en Teenrebv. Todas las que he leído hasta ahora me han parecido interesantes, útiles y sobre todo que comunican muy bien con la gente algo más joven. Me alegra muchísimo oír eso y si quieres que comente algo en concreto o tienes alguna pregunta más específica no dudes en comentarlo conmigo.
Un abrazo y muchísimas gracias por todo!
Marta